miércoles, 9 de abril de 2008

Yo tengo un norte.

Santiago del Estero es lo más al norte que conozco y el lugar donde nací. La plaza es un estático recuerdo de lo que ahora veo y viví. La siesta nace como desierto a las trece y cuarenta y cinco cuando los bancos cierran las puertas como todo y cualquier comercio. Y la plaza del centro se fertiliza a las seis de la tarde con repetidos ciudadanos auténticos.
La gente es extraña y cerrada, mucho más los días de semana cuando me ven aqui sentado disfrutando de una Iguana.
Parece mentira que éstas vidas esten libradas al azar sin saber qué hay a la vuelta de la esquina y que éste lugar contradiga como una postal que no tiene perspectiva.
La gente hace lo mismo cada día, dan vueltas a la plaza en busca de lo que ya miran. Y sus ojos no reflejan lo que buscan, sino son carceleros de lo que pueden llegar a encontrar. Las lenguas indomables reflejan la antinómia de sus prácticas. Lo superficial es la base de una supuesta moralidad. Solo que la elevan tanto, que esa superficialidad termina siendo una eterna profundidad.
Difícil es ser uno, y los cámbios son letárgicos; aún para los que quieren cambiar, ya que cambio implica un trabajo, y lo letárgico comodidad.

El contexto de nuestras vidas nos hace esclavos de nuestras vivencias y nuestro sentir.
El mundo es diferente solo en nuestras mentes; mentes que son dictadoras de nuestro sentir. Ya que la realidad de lo que vemos parece estática a nuestors ojos. Como cuando vemos la luna, el cielo o una flor.
Claro que todo cambia, hasta el cielo mismo, pero dar por sentado que el sol siempre va a estar, es lo que nos hace sentir inmortales antes de morir. Solo la mente resiste a la muerte.
Una vez leí que la mente es el gran dictador... y esa dictadura nos lleva a ser déspotas con nosotros mismos. Así nos movemos socialmente; o somos una cosa o somos otra y si no otra; el arriba y abajo o el blanco o el negro ya no son leyes únicas cual pilares para cualquier conciencia. Pertenecer o no pertenecer no involucra acuse de recibo. Ahora la violencia tambien es juez y parte.
Hago un retroseso de mi vida y descubro que el pasado también es cambiante de acuerdo a mi presente; y no hay raíz más profunda en ese ciclo que la de mi propia vivencia.

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